Las aulas tenían alumnos de diferentes edades, ahí donde los propios niños eran libres de elegir el material a trabajar, y de ampliar sus habilidades de forma más autónoma. Eran ellos quienes marcaban su velocidad de aprendizaje según sus particularidades, envueltos siempre en un contexto menos rígido, donde las pizarras dejaban de tener tanta importancia, y donde los niños tenían libertad de movimiento en el aula.
La perspectiva pedagógica de María Montessori tuvo un impacto mundial, y renovó muchos de los cimientos educativos mantenidos hasta entonces, hasta el punto de “chocar” bastante con esos sectores más conservadores y clásicos de la enseñanza.
A día de hoy, este método donde se enfatiza ante todo la libertad de aprendizaje y la responsabilidad del propio alumno en su proceso de adquisición de contenidos, no se aprecia en la mayoría de los centros. Podemos encontrarlo eso sí, en algunos colegios de línea privada donde se trabajan muchas de estas interesantes estrategias.
No obstante, tanto la pedagogía de la libertad de Montessori como la de la esperanza que formuló Paulo Freire, no vertebran demasiados pilares de nuestra educación actual(No al menos en muchos países).
Ahora bien, llegado a este punto puede que te preguntes ¿Dónde quedaba entonces el papel de las madres y los padres en la enseñanza de sus hijos? ¿Era importante? Era, ES, vital. El apoyo, la orientación y el cuidado de los padres es fundamental para educarniños felices, adultos autónomos y buenas personas el día de mañana.
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